Los gritos hacia nuestros hijos generan inseguridades, miedo, rabia y muchas más emociones negativas. Esto deja una huella emocional en la personalidad de los pequeños.
A muchos de nosotros nos educaron así, a gritos frente a pataletas o actos de rebeldía. Y aunque creamos que esto no influyó en nuestro desarrollo, estamos equivocados.
Párate un segundo a pensar en alguna situación de estrés que hayas vivido recientemente, en la que perdiste los papeles con facilidad.
Esto es debido a una falta de autocontrol de nuestras emociones, provocada por esa huella emocional que nos ocasionaron los gritos de nuestros padres.
Si te lo propones es posible separar los gritos en la educación de los niños. Será difícil, pero con las siguientes 8 claves que te voy facilitar podrás conseguirlo.
La empatía es la reina de las relaciones. Si no realizamos ejercicios empáticos con los niños, nunca podremos entenderlos, no sabremos qué necesitan realmente y no entenderemos sus actos.
Debes dejar de mirar a los niños desde los ojos de los adultos y comprender que los niños actúan como niños.
Los humanos somos seres emocionales dependemos de nuestras emociones en todas las acciones que realizamos y en todas las situaciones que vivimos. Por eso es importante aprender a controlar estas emociones.
La reflexión es imposible si no conocemos nuestras propias emociones por lo tanto es importante ir superando nuestros objetivos y darnos cuenta que una cosa lleva a la otra.
Es el momento de respirar profundo y reflexionar sobre si esa situación es tan grave o solo son cosas de niños. En el caso de que esa situación requiera nuestra atención como padres debemos relajar nuestras emociones y solucionar el problema desde la empatía y la coherencia.
Es importante brindarles apoyo emocional cuando se sientan enfadados o frustrados.
Es esencial en la vida de nuestros hijos sentirse amados incondicionalmente. Esto no significa que aplaudamos algún comportamiento incorrecto.
Las palabras importan, y no solo que les decimos, sino también el cómo.
Dialogar con un tono de voz sosegado,positivo, mirándolos a los ojos y poniéndonos a su altura, aumentará el interés del niño hacia lo que queremos comunicarle.
Un diálogo en el que se desechen totalmente los gritos, las amenazas y los chantajes que tanto daño hacen y que solo nos separan de nuestros hijos y de sus necesidades emocionales reales.
Las palabras importan, y no solo que les decimos, sino también el cómo.
Dialogar con un tono de voz sosegado,positivo, mirándolos a los ojos y poniéndonos a su altura, aumentará el interés del niño hacia lo que queremos comunicarle.
Un diálogo en el que se desechen totalmente los gritos, las amenazas y los chantajes que tanto daño hacen y que solo nos separan de nuestros hijos y de sus necesidades emocionales reales.
Parándonos a escuchar a los niños desde una visión empática, nos daremos cuenta de esos detalles que se nos escapan y ganaremos información valiosa para lidiar con sus emociones y su día a día.